La política argentina vive horas de ebullición y expectativa, con el foco puesto, una vez más, en la figura de Cristina Fernández de Kirchner. Su condena firme en la causa Vialidad, anunciada este martes 10 por la Corte Suprema, ha reavivado un debate que nunca se extinguió, pero que ahora se adentra en su fase más decisiva: la inminente definición de su libertad.
Este desenlace no sólo redefine el horizonte personal de la ex Presidenta, sino que también sacude las estructuras del Partido Justicialista, forzándolo a una reconfiguración interna que promete ser tumultuosa.
La sentencia del máximo Tribunal de país, sobre la pena de seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos, ha sido un golpe contundente para el kirchnerismo.
Lejos de la retórica que solía teñir las discusiones sobre la «judicialización de la política», la realidad de una condena firme empieza a materializarse con una fuerza inédita. Aunque la detención de Fernández de Kirchner no es inminente -la ex mandataria ya no cuenta con fueros parlamentarios, pero la pena de prisión no es de cumplimiento efectivo inmediato y, además, aún quedan instancias procedimentales de ejecución de la pena basadas en su edad-, el fallo de la Corte marca un punto de inflexión definitivo.
Los pasos que se vienen
El camino judicial para Cristina Fernández de Kirchner se ha estrechado considerablemente. Este martes, el máximo Tribunal desestimó los recursos extraordinarios presentados por la defensa, dejando así firme la condena dictada en primera instancia y confirmada por la Cámara Federal de Casación Penal. Esta decisión de la Corte es la última palabra en la esfera judicial y cierra, en los hechos, la posibilidad de seguir apelando el fondo de la condena.
En los hechos, ningún Tribunal internacional tiene competencia habilitada para revertir una decisión de esta naturaleza. Ocurrió en el caso del ex ministro de la Corte, Moliné O Conor y en el del ex gobernador de Corrientes, Raúl Rolando Romero Feris.
Ahora, la cuestión central se traslada a la ejecución de la pena. Al no ostentar ya un cargo con fueros parlamentarios, la confirmación de la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos es de aplicación directa e implica la exclusión del padrón electoral, algo de lo cual Tato viene quejándose desde hace varios años.
En cuanto a la pena de prisión de seis años, su cumplimiento efectivo se definirá en la etapa de ejecución de la condena, donde un juez deberá determinar su modalidad (prisión domiciliaria, cumplimiento en establecimiento penitenciario, etcétera), considerando, entre otros factores, su edad y su situación de salud.
Por ahora, el juez ha pedido al Ministerio de Seguridad la habilitación de un lugar para el traslado de la ex Presidente al menos, hasta tanto, se tramite el pedido de domiciliaria que conlleva ciertos informes y procedimientos que no la tornan automática.
Si bien la situación judicial está definida, la aplicación de sus efectos aún depende de los tiempos y las voluntades en el ámbito judicial de ejecución. La expectativa es máxima: la decisión de la Corte no sólo cierra el capítulo judicial, sino que dispara el reloj para la definición de su futuro político y personal.
Una reconfiguración inevitable y urgente
La condena firme de Cristina Kirchner no es un mero asunto judicial; es un terremoto político con epicentro en el Partido Justicialista. Guste o no, ha sido la figura excluyente del peronismo en los últimos veinte años. Su liderazgo, carisma y capacidad de movilización han sido innegables, incluso en tiempos de derrota electoral. Ahora, con su situación judicial sentenciada y la inhabilitación perpetua confirmada por la Corte Suprema, el PJ se enfrenta a la impostergable tarea de redefinir liderazgos y sus estrategias de cara a septiembre (en Buenos Aires y octubre a escala nacional).
La ausencia de Cristina, ya sea por su inhabilitación o por su imposibilidad de encabezar una lista electoral (pretendía ser diputada provincial por La Matanza), deja un vacío inmenso y está claro que en el peronismo la idea del doble comando no funciona y que ninguna pretensión de liderazgo puede sustentarse en el tiempo sin un horizonte de posibilidades reales en términos electorales.
De hecho, el liderazgo de la ex Presidente venía resentido en los últimos tiempos. Es probable que, en el corto plazo, la idea de la proscripción y la victimización le otorguen una sobrevida con efecto residual para incidir en algunas decisiones inmediatas, pero sin posibilidad alguna de sostenerse en el tiempo no sólo por lo irreversible de un fallo del más alto Tribunal de la Nación, sino por la propia edad de Cristina.
Si bien, en los últimos años, se han intentado forjar nuevas figuras y se han abierto espacios para una renovación, con Axel Kicillof como exponente máximo de lo que se viene, ninguna ha logrado hasta ahora el predicamento popular de la ex Presidente, más allá de que nunca se dejó de tener en cuenta el dicho «sin Cristina no se puede, y con ella no alcanza». Una realidad que vienen marcando sistemáticamente los sondeos.
La confirmación de la condena profundiza esta crisis de liderazgo y genera un escenario de incertidumbre y disputas internas ¿Quién tomará la posta? ¿Emergerán nuevos referentes con el peso necesario para unificar las diversas vertientes del peronismo? ¿Se fragmentará aún más el partido ante la ausencia de su figura aglutinadora?
Los gobernadores, los intendentes y los referentes sindicales comenzarán a mover sus fichas con mayor intensidad. Es esperable que se intensifiquen las reuniones, los armados y las especulaciones sobre posibles candidaturas y alianzas.
El peronismo, que históricamente se ha caracterizado por su pragmatismo y su capacidad de adaptación, se ve hoy en la encrucijada de reinventarse sin la batuta de quien se esforzaba por mantener un liderazgo con notables dificultades. La decisión de la Corte de este martes no sólo cerró el capítulo judicial, sino que obligó al PJ a acelerar un rearmado que, hasta ahora, venía postergando.
La condena firme de Cristina Kirchner marca el final de una era y el inicio de otra. Más allá de la resolución judicial, el impacto político ya es palpable.
El peronismo enfrenta el desafío de su propia subsistencia y renovación en un escenario donde las reglas del juego parecen reescribirse día a día. Los próximos meses serán cruciales para entender el nuevo mapa de poder en Argentina y el futuro de una de sus fuerzas políticas más influyentes.
Incide en esto, además, la fragmentación del resto del espectro opositor y las dificultades del propio Presidente para afianzar una fuerza propia, más con los síntomas claros de un cambio de época que se refleja en las distintas elecciones en todo el pais.