martes, 22 abril, 2025
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Buscamos respetar la esencia del fútbol argentino

Todo inició en una caminata por Bilbao. Matías Manna y Pablo Aimar compraron una revista llamada Panenka y, dentro de ella, había dos semillas con el lema «plantá tu arco de fútbol». Matías explica para Página/12 su significado: “Es la crianza en los clubes de barrio y en las plazas donde había dos árboles que formaban un arco. Es el fútbol de calle, donde surgen los mejores jugadores y sucede el verdadero juego”. Al volver a su ciudad natal, en San Vicente, Santa Fe, luego de Qatar 2022, recibió un reconocimiento, acompañado de amigos y familiares. Recordó su infancia, los penales que practicaba entre árboles y la Copa del Mundo obtenida desde los doce pasos. Así surgió la idea de donar árboles para fomentar la consciencia ecológica en su ciudad.

Manna es video analista. Función que cumplió en cuatro Mundiales. Tanto con Chile en 2010 y 2014 como con Argentina en 2018 y 2022. El de 2026 será su quinto consecutivo. Es graduado de un posgrado en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, de la Universidad de Rosario. Tiene el hábito de la lectura y textos sobre fútbol y su rol como analista. De modo que la editorial Penguin House le propuso escribir un libro. Sin embargo, tenía otros planes en mente y le acercó al editor la idea de escribir una ficción. Más precisamente una Eco Novela, donde las regalías fueran destinadas a la plantación de árboles en su lugar de nacimiento. Así surgió Tiempo de los Árboles, que tiene al fútbol como centro y trata de un equipo que va al sur de Argentina a preparar una final durante un mes. En esa preparación, acontece la relación que tiene José Barnechea, protagonista del libro y capitán del equipo, con su novia Valentina, que está en Buenos Aires, porque es médica oncóloga.

El libro es un relato donde sucede algo más grande que un partido de fútbol. El protagonista, que estudió en la Universidad Nacional de Rosario y es alumno de Relaciones Internacionales, crea un vínculo con su entrenador y compañeros, blandiendo con orgullo la forma sudamericana de jugar al fútbol. Al mismo tiempo, llegan siete analistas de Europa, contratados por el presidente del club, que quieren convencer al director técnico, Adolfo Peucelle, de cambiar su filosofía de juego. Peucelle es considerado viejo, no tiene oficina, no usa GPS, drones y no filma los entrenamientos. Frente a esto, se narra la tensión entre la tecnología y la inteligencia biológica, donde el técnico se sienta en los entrenamientos a observar a sus jugadores arriba de una pelota, y los acompaña a funcionar colectivamente a través del pase y la gambeta.

Hablás del crecimiento de los árboles, que metafóricamente, es un crecimiento del jugador de forma autónoma…

—Hay autores portugueses que están abordando el entrenamiento ecológico, que tiene como filosofía dejar desarrollar al jugador. Considero que la intervención de los entrenadores está sobredimensionada. Se pretende que el equipo juegue como quiere el técnico o que las ideas de alguien de afuera sean trasladadas al juego, y que los jugadores cumplan indicaciones. Me gusta un liderazgo donde los jugadores construyen el modelo de juego, que respeta sus características, que el esqueleto del equipo sean los pases que se dan ellos y sus relaciones. Por eso, el entrenador, Adolfo Peucelle, se sienta arriba de la pelota, observa eso y desde ahí toma decisiones y construye la sinergia del equipo. Un liderazgo con mensajes calmos, nítidos y cortos. Nada que hagan parecer al fútbol como una ciencia.

El Tiempo de los Árboles, primer libro de Matías Manna.

¿La figura del entrenador está teniendo demasiada influencia?

—El fútbol se ha volcado a la inteligencia artificial, donde se habla cada vez más raro, hay sobreinformación y una obsesión sobre el control por parte de los entrenadores. El juego es arena que se te escapa de las manos. Hoy un buen entrenador tiene que dar cuenta de navegar sobre la incertidumbre del fútbol. Está bueno convivir con eso y gestionarlo.

¿Qué costado juega lo humano en la idea ecológica del fútbol?

—Pasan muchas capas que inciden en el funcionamiento de un equipo, en el desarrollo del juego y en el nivel de los jugadores. Sería muy fácil cortar y pegar individuos. Barnechea busca a los refuerzos, les muestra el club y los invita a comer. Ahí se forma algo que construye a un equipo. Es mejor un asado que veinte charlas de video. Lo que incide en el rendimiento del futbolista o la toma de decisiones de un entrenador, depende de la relación con el presidente, el clima de trabajo, las relaciones personales, la vida afuera de la concentración o la arquitectura del lugar, como es entrenar entre árboles. No es lo mismo estar en una oficina que en un campo de juego. El ojo del entrenador no es sólo táctico. La vida está muy especializada. Hay que tener un ojo global para elegir jugadores. El arte de entrenar es el arte de alinear futbolistas.

¿De qué manera juega tu rol como video analista en este contexto?

—La palabra «video analista» está mal utilizada. El rol del analista no debería existir entendiéndolo como ese análisis alejado del proceso de construcción de un equipo de fútbol. Tendría que estar en el campo de juego y en los entrenamientos. Me gusta más la palabra Asistente. En la Selección intento filtrar los partidos, resumirlos en dos o un minuto, y con tres o cuatro ideas, plantear lo que va a ser el equipo.

Manna junto a Scaloni y cuerpo técnico.

¿Cómo es la relación entre lo sudamericano y lo europeo?

—Me gusta la frase “Europa compra nuestra materia prima, los europeos crean su método de trabajo, emiten libros y después nosotros compramos esos libros”. En El Tiempo de los Árboles se llama la atención a cómo los entrenamientos y los análisis están estandarizados y son homogéneos. Me pasó mirando las Eliminatorias de todo el mundo. Miraba a Japón, Canadá, hasta un equipo de África intentaba imitar lo que pasa en Europa. Jugaban a lo mismo. En Sudamérica tenemos una visión del mundo que no tiene que ser lo que pasa en el norte. En el libro intento reivindicar nuestras ideas futbolísticas desde el sur del mundo. Cómo podemos pensarnos desde nuestro territorio. Con esto no quiero decir que nuestra visión sea mejor que la del norte. Cada país tiene su cultura. Es contradictorio jugar de una manera que no se siente. Es mentirle a la historia.

Hablás de volver a las raíces del fútbol sudamericano…

—En el libro aparece la figura del brasilero Douglas Gerson. Un jugador de Sudamérica que se va a Europa y no se adapta. Él comenta que lo hacían jugar pegado a la raya. Pero en las playas de Río de Janeiro, si él se quedaba situado en un lugar, venía la ola, el agua y no podía jugar. Entonces se movía todo el tiempo. Grafica la relación de lo sudamericano con lo europeo. Es un deporte que trajeron los británicos en barco. Un deporte rudo. Parecido al rugby. Uruguay en los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928, en el Mundial de 1930, y Argentina también, hizo maravillar al mundo, al demostrar un fútbol distinto: el pase corto, las asociaciones y el dribbling.

En este proceso de la Selección Argentina actual, se habla mucho de La Nuestra…

—Buscamos respetar la esencia del fútbol argentino. La figura de Adolfo Peucelle rescata a dos protagonistas históricos del fútbol argentino y de la escuela latinoamericana: Pedernera y Carlos Peucelle. Lo que dice Carlos Peucelle en su libro Fútbol Todo Tiempo, que es un libro de la década del ‘70, y que también lo decía Menotti, es que la Argentina tiene poder físico, mediocampistas que corren, pero sobre todo tienen pausa. Mac Allister, Enzo Fernández, Rodrigo De Paul, Thiago Almada lo representaron a la perfección contra Brasil.

¿Qué es el fútbol para vos?

—Son los buenos mediocampistas y es el que me conecta con una infancia y adolescencia posible. Representa que construir algo colectivo es posible. Lo que está pasando con la Selección Argentina puede ser un incentivo para que se construyan buenas sociedades. No olvidarse que nada es individual y que somos el otro.

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